Navegamos pues, a contra marea cuando nos declaramos amantes de esa portentosa belleza que atesora el Toro de lidia, el íntegro y temperamental; el que lucha y se crece ante el castigo, el de la entrega después del sometimiento y aún así vende cara una muerte solemne. Retenemos la imagen, la buscamos, cuidamos y rememoramos porque somos conscientes de que representa la esencia de TODO.
Mostramos desinteresadamente nuestra creencia en la AUTENTICIDAD de este milagro, fuera de toda especulación, negocio, tiempo y en definitiva, toda MODA que devalúe un ápice su esencia.
Y, de la misma manera, animamos nuestra afición sincera, buscando cualquier atisbo majestuoso que pueda alzarse entre animal y hombre, acrecentando vocación por la legitimidad que representa, la guardamos, solícita, en nuestra memoria porque es hermosa, protegiéndola celosamente porque es verdadera.
Agradecemos y seguimos fieles la labor del crítico taurino INDEPENDIENTE, que carga la suerte, ofreciendo CRITERIO, reivindicando EXIGENCIA, denunciando el FRAUDE, destacando y defendiendo INTEGRIDAD, que no se mezcla con el taurineo militante y que se compromete a tumba abierta.
No hay dobleces. Claridad absoluta.
Desconfiamos abiertamente del cronista que busca acaudalarse. Que parece, pero no es, que exhibe en revistas de alta entidad impecablemente ilustradas, y alienta exigencias, ocultar su particular prisma de autobombo y acomodo para complacer a todos.
Bien sea desde un observatorio francés, desde micrófonos noctámbulos o sobre el papel, cada vez más mojado.
Eso si, perfectamente integrados, se encuentran instalados en un cómodo presente. Denuncian lidias con engaño, pero buscan la convivencia entre "Tauromaquias actuales y otras que rinden culto al pasado", como si pudiese darse tal coexistencia sin abochornarnos por falaz y cínica.
Hablan de establecer " reglas a la hora de picar, comunes a cualquier tipo de toro", cuando lo realmente valiente seria velar por la ejecución reveladora de la Suerte de Varas y declarar sin tapujos, la muerte sigilosamente estudiada de la misma.
Se perfilan defensores de la fiesta de los toros por conocedores, pero son esclavos de la camaradería de toreros, ganaderos y empresarios. Venden un mensaje de apoyo al aficionado en petit comité, y emplean canales televisivos para mostrar descaradamente un "sindrome de flick" (colocar la muñeca y la mano a modo de cazo) ignominioso.
Y, mientras, aquí seguimos, soportando censuras, agravios y ofensas. Más aún,que nos tilden de "apocalípticos"," integristas" o "toristas", cuando elevamos nuestras voces por una verdad exclusiva: la legitimidad de una lucha en que no gana la técnica como ejecutora, ni la inteligencia al someter, sino la efectividad desnuda que transforma la carnalidad de este espectáculo en arte sublime.
Sigamos pues, siendo náufragos de nuestros anhelos, que para hundirse en la miseria, siempre habrá tiempo.