Salió el quinto de la tarde y la plaza se incendió. Las palmas de tango, los silbidos y los gritos de “Miau” hicieron de Vista Alegre un merecido dos de mayo ante semejante desvergüenza.
Fue en el mismo instante que se hizo presente aquel novillo indecente, el quinto animalejo que salía al ruedo. El quinto hermano de una corrida que jamás debió salir al ruedo por impresentable.
Matías metió la cabeza entre sus manos y aguantó la tempestad hasta que el novillito perdió las manos y vio su salvación. Toro al corral. Pero no por ello quedó absuelto de sus pecados. Del flagrante pecado de permitir que aquellos novillitos salieran al ruedo.
Lo peor de todo es que el guión del festejo estaba escrito desde que se anunciara la corrida. Es inexplicable que, tras tres visitas al campo por parte de la Junta Administrativa y del Presidente del festejo para revisar la “evolución” de las corridas a lidiar se tenga la desfachatez de traer semejante corridita a Bilbao.
Doble culpabilidad, doble responsabilidad, una sola complicidad que no debiera pasar impunemente. Lo de ayer, si me lo permiten, fue tremendamente grave. Se deberian tomar medidas al respecto por parte de los máximos responsables del ayuntamiento, de la Casa de Misericordia y del Gobierno Vasco.
Anunciar una corrida de toros y ofrecer ese lamentable espectáculo que nada tiene que ver con la verdadera fiesta de los toros, el que vimos ayer sin ir más lejos sólo puede calificarse de una manera: Timo.
Y es que en toda la tarde el sentimiento era unánime entre los presentes, ya fueran aficionados, espectadores o gente que pululaba por allí: nos han engañado, nos han timado, nos han estafado. Y eso, señores, hace bastante más daño que el escaso centenar de irrespetuosos antitaurinos que se manifestaron a las puertas del coso antes del festejo.
Cualquier persona que ayer fuera por primera vez al coso de Vista Alegre, a buen seguro, decidió no volver.
Ese espectáculo donde la suerte de varas no llegó a ser ni un simulacro, donde la invalidez de los toros fue exasperante, donde el tedio y la falta de emoción por la ausencia del toro y por ende del toreo es el peor mal que tiene esta fiesta.
Lo de ayer no debió suceder jamás. Algunos ya lo pregonamos en el coloquio en el que se analizaban los carteles recién presentados. Se cumplió el guión. No era nada difícil acertar, y, sin embargo, Junta y autoridad perpetraron el despropósito. Ya son mayores para darse cuenta de cómo funcionan las cosas, saben perfectamente qué es un toro, y, lo que es más grave, conocen mejor que nosotros a ese señor que dice que es ganadero y no es más que un mal eterno para esta fiesta: Juan Pedro Domeqc Morenés.
Ya no cuela ni el cuento del toro artista ni el del toro del futuro que ahora dice perseguir. Ayer se destapó su mentira, su trama, su cuento. Esa que vende, no es nuestra fiesta. Ya va siendo hora de que algunos se vayan enterando.