Crónica – resumen de los tres últimos festejos de la Feria de San Fermín (me niego a llamarla del Toro), en la que se dio puntillazo definitivo al prestigio de la feria.
Padecer los tres últimos festejos de esta Feria ha sido como vivir en propia carne la pasión de Cristo pero sin el sábado de Gloria ni el Domingo de Resurrección. Es decir, un calvario en toda regla sin derecho a la más mínima alegría.
Tiene bemoles que una Feria que se anuncia como Feria del Toro remate su serial con tres corridas del mismo pelo cuyos ganaderos sean tres de los máximos representantes de la crianza del timo, el antitoro y la borreguez embuchada en pellejo de novillo.
Victoriano del Río, Juan Pedro Domeqc y Torrehandilla terminaron de matar una Feria que ayer asustaba a las figuras, despertaba su respeto, y que, amén de tópicos, resultaba ser una Feria seria de las de verdad, con criterio, con infinito interés y. sobre todo, donde el TORO era el eje de la fiesta y todo, absolutamente todo, giraba en torno a su figura.
Si me preguntan que queda de aquella Feria les diré que ni las cenizas. Por no quedar, no quedan ni aquellos “No hay Billetes” diario que hacían de las entradas para ver un festejo un tesoro mayor que el de la Reina de Inglaterra.
El caso es que ir a ver tres corriditas de este pelo es lo más parecido a estar seis horas (lo equivalente más o menos a tres festejos) dándose de chocazos contra las paredes sin protección alguna y cogiendo carrerilla.
De aquello que mandó Victoriano del Río sólo podemos destacar que, ante semejantes cosillas, un TORERO llamado José Pedro Padros y apodado “El Fundi” se despidió de Pamplona con todos los honores. Ese torero al que tantas tardes le vimos en la Monumental pamplonesa batiéndose con fieros Miuras y haciéndonos pasar miedo de verdad con encastadísimos Cebadas, Dolores o lo que le echaran, decía adiós para siempre recibiendo el respeto y cariño de una tierra que le admira.
Una oreja bien merecida por su oficio, por su carrera y porque estuvo mil veces por encima de aquella babosilla que le tocó en suerte. Detalle de Torero de pies a cabeza fue su brindis a Sergio Sánchez, torero ribero, de Cintruénigo, navarro de pies a cabeza y bien querido en Pamplona con el que tantas tardes de miedo ha pasado el de Fuenlabrada.
Dejando la de Juan Pedro para el final, de la de Torrehandilla podemos decir que si su debut en Pamplona era con semejante carta de presentación lo mejor que podría hacer era no volver. Es intolerable que mandara semejante muestrario de toritos, en escalera. Del comportamiento prefiero no hablar pues mas parecían los domesticados animales del circo Mundial que se aloja en la Rochapea que otra cosa. Demencial el altísimo nivel de borreguez de este hierro.
A propósito he dejado la reseña de la Juanpedrada para el final. Pues el puntillazo a la feria y a la fiesta la están dando ganaderos como él. Seis animalejos seis, algunos con trapío de piojo, todos ellos desastrosamente mal presentados por feos, chicos y anovillados. Seis toros que fueron una muestra del antitoro, de ese animal que exigen las figuras y que no es mas que la certificación del final al que estamos abocados como no se ponga remedio a esto.
Para más desfachatez, el ganadero (con todos mis respetos hacia los ganaderos por tratar a este señor como tal, pues en absoluto se lo merece) se jactó en la presa del comportamiento del segundo toro del que dijo, literalmente, que era “el toro del futuro”.
Largo me lo fía, Juan Pedro, si piensa que con este tipo de toro la fiesta va a tener futuro alguno.
A todo esto, las figuras y Padilla con su espectáculo particular en su retorno, anduvieron a sus anchas ante semejantes animalitos con el beneplácito absoluto de la autoridad que volivó a regalar trofeos a espuertas, la benevolencia de un público sin criterio y un ambiente de apatía en el que todo daba lo mismo.
Los picadores cobraron por no trabajar pues las tres corridas salieron a una media de picotazo y medio. Demencial.
Mientras tanto, las redes sociales vivían en una continua polémica a cuenta del comunicado publicado por Miguel Angel Perera. Insultos, faltas de respeto y ninguneo de los profesionales a los aficionados. Entre eso y el toro que exigen se han convertido en la gasolina que provocará que el fuego que está iniciado haga de la fiesta el pasto de sus llamas.
Sigan queriéndose tanto y regocijándose en lo suyo, que, de momento, ya han conseguido que en la Feria del Toro no se cuelgue ni un día el “No hay billetes”. Enhorabuena. Por este camino conseguirán convertirse en el puntillazo de la fiesta.