Crónica del primer festejo conmemorativo del cincuentenario de la plaza de toros de Vista Alegre. Corrida Concurso. Seis toros de distintas ganaderías (La Quita, Partido de Resina, Victorino Martín, Torrestrella, Torrealta y Alcurrucén) para Iván Fandiño (que actuó en solitario).
Hubiera bastado con reproducir aquel artículo que escribiera hace dos meses y medio (http://elchofre.com//index.php?option=com_content&task=view&id=609&Itemid=37) para reflejar lo que ha ocurrido esta tarde en el coso de la calle Martín Agüero.
Hubiera bastado porque todo lo que dijimos en aquella ocasión se ha cumplido en su totalidad y, si me apuran, de manera corregida y aumentada.
El primer batacazo se ha producido en la taquilla. Un escaso tercio de entrada que pone de manifiesto el escaso interés que ha despertado el cartel, la mala gestión en la publicidad y divulgación de los festejos y, lo que es peor, el hartazgo de la afición que ve como le birlan la ilusión tarde sí tarde también. Si a eso le añadimos la desapacible tarde y la maldita crisis, el desastre estaba hecho. No obstante, y a buen seguro, para los miembros de la Junta Administrativa la culpa será del Athletic, que, con su magnífica temporada ha vaciado los bolsillos de los bilbaínos.
Venía precedida la tarde de cascabeles tocados por la prensa oficialista. Quisieron vender el festejo como gesta y, al final, ha resulta un fracaso tan rotundo como anunciado.
Cada toro, dentro de su tipo, pero un punto más bajo en cuanto al nivel de presentación que se exige en Bilbao. Algunos de ellos, como el de Victorino, absolutamente impresentable. Otros, los más, carentes absolutamente de remate.
Corrida escogida al gusto del diestro que, además de apático, estuvo desdibujado y carente de recursos toda la tarde.
Tal y como anunciabamos en su día, el conflicto de intereses que supone mezclar una encerrona con una concurso se hizo presente de inicio. El primero, toro de La Quinta, acudió con alegría tres veces al caballo, recibió tres picotacitos, y cuando todos estabamos deseosos de verlo arrancarse más allá del ojo de cerradura marcado en el ruedo Fandiño Pidió el cambió y Matias cumplió sus deseos como fiel servidor del torero.
¿Y las bases de la concurso? ¿no era el ganadero quién tutelaba el devenir de la suerte de varas? ¿No era el ganadero quién dictaminaba cuantas veces acudía el toro en el caballo desde una posición privilegiada en el callejón? Era mentira. El señor Conrado veía los toros desde un palco del tres, junto a su hijo, después de haberse enterado la noche anterior que el festejo era un concurso de ganaderías. Insultante.
Torito encastado, con sus cosas, para ponerse en el sitio y mandar, bajarle la mano y reventarlo. Pero, al más mínimo problema el diestro de Orduña tiró de precaución pensando quizá que no merecía la pena arriesgar quedándole cinco toros en chiqueros. ¿Esa era la voluntad y actitud que nos anunciaron a bombo y platillo?.
Algo parecido sucedió con el de Partido de Resina, éste más flojo, al que vimos acudir tres veces al caballo, con menos fijeza. Nada de nada.
Salió el impresentable toro de Victorino y pegó un petardo en varas. Eso sí, llegó a la muleta como si fuera eun Algarra cualquiera. Toreo periférico, hacia fuera, con más tirones que temple, con galbana. Se fue sin torear y el personal ya empezó a mosquearse. Si te sale un toro así en Bilbao y eres incapaz de montarle un lío es signo inequívoco de que no estás ni para gestas, ni para encerronas, ni para festejos hechos a tu medida para tu mayor lucimiento. Le mandó a su casa.
Salió el de Torrestrella, guapo burraco. Tres puyazos buenos, y…¡aleluya! El primer ¿quite? De la tarde. Quite por llamarlo de alguna manera, pues fueron tres chicuelinas enganchadas. Pero, ¿este no era el que tenía tanta variedad?.
Otra vez que nos privaron de verlo más veces en el caballo. Bronca. Se vino abajo en la muleta y a pasar página. Aquello tenía un tufo horrible.
El quinto de Torrealta salió inválido perdido. Devuelto a los corrales fue sustituído por un búfalo horrible de Lozano Hermanos. Manso de libro.
Remató el sexteto un toro de Alcurrucén al que, gracias a las protestas del público pudimos ver ir cuatro veces al caballo con son, alegría y metriendo bien la cara. Fandiño había pedido el cambio en el segundo puyazo. Matías, como siempre, obediente. Nos levantamos en armas y nos les quedó mas remedio que tragar. Fue de lo poco bueno del festejo.
Se vino abajo el toro enseguida y el desánimo del que se iba a comer el mundo era patente. Liquidaron el toro y al hotel.
Premios desiertos el de la suerte de varas y los votos de los representantes del Club Cocherito en el trofeo al toro más bravo. Os miembros de la Junta, en un gesto de conocimientos y buena afición le dieron el premio…¡al de Torrestrella!. Pusieron la guinda a un pastel que menos dulce, sabía a cualquier cosa.
El fracaso de Iván Fandiño fue de escándalo. ¿qué dirán ahora después de todo lo que hemos tenido que soportar? Yo que ustedes, me quedaba una temporada en casa, reflexionando y bajando los humos, que buena falta les hace.
Se lo advertimos hace dos meses y medio. No hicieron caso. Para que luego digan, que no tenemos ni idea.