Hay que echar mucho la vista atrás para recordar un serial tan sumamente desastroso, una feria tan vacía de contenido y de sentido, un ataque tan directo a la fiesta de los toros.
Porque si hay algo que tengo sumamente claro es que lo programado por Taurodelta, lejos de ser una feria propia de una plaza medianamente seria, ha sido un ataque frontal a los principios que sustentan este espectáculo.
Me repugna observar como, después de lo visto hay “periodistas” como el señor Jose Luis Ramón que tilda de reventadores antitaurinos a ciertos sectores de la plaza por sus continuadas protestas el día de la Beneficencia. ¿Acaso este señor no ha padecido lo suficiente como para darse cuenta que el antitaurinismo más recalcitrante se encuentra en los despachos de la propia plaza?.
El continuo baile de corrales es fruto de una política incalificable de selección ganadera en la que únicamente han primado los intereses económicos de la empresa que se ha dedicado a comprar auténticos saldos y, por otra parte, los intereses de las cuatro figuritas que hacen y deshacen mientras el capital taurino les baila el agua.
Me atrevería a decir que la indecencia no encuentra rival cuando la blandean los Casas, Matillas y Choperitas de turno. ¿Acaso se puede tolerar que se cuenten con los dedos de una mano las corridas que han pasado sin remendar el reconocimiento veterinario? ¿Acaso una plaza como la de Madrid puede soportar que diariamente salgan al ruedo animalejos con trapío de plaza de segunda?
Lo peor de todo para su fortuna y para desgracia de la fiesta es que la afición está tan harta que ya no tiene ni ganas de montar un dos de mayo y poner las peras al cuarto a estos señores.
Decía antes que si ha habido un ataque frontal a la fiesta ése ha sido el perpetrado por Taurodelta este San isidro. Una feria sin contenido, sin interés, donde el toro era lo que menos ha importando, una feria sin emoción, sin alicientes, rebosante de aburrimiento que tenía en el cemento que lucieron varias tardes sus tendidos el mejor reflejo de la caída en picado que puede sufrir esa plaza de no ponerle remedio al asunto.
Eso sí, mientras el escándalo se apoderaba de las Ventas unos miraban para otro lado y el tercer socio se dedicaba a recetar “peinetas” en Nimes.
Y, ¿qué decir de la Comunidad? ¿Qué decir del sepulcral silencio del señor Abella?. Ellos son responsables directos, gestores del Centro de Asuntos Taurinos de la comunidad de Madrid, garantes de la dignidad y la buena gestión de esta plaza. Con su callada dan a entender que son cómplices de este despropósito. A la postre, culpables de todo lo sucedido.
Al detalle se han contado los únicos festejos que merecieron la pena. Casualidades de la vida, aquellos en los que el toro era el protagonista. No tomarán nota aquellos que sólo miran por su interés económico. Ustedes a lo suyo. Luego dirán que los aficionados somos unos reventadores y unos antitaurinos. Mientras tanto sigan de polillas por la vida hasta que terminen de carcomer el edificio de la fiesta.